El domingo pasado la figura «central» era Tomás, el que no estaba cuando se apareció Jesús, el que dudó, el del «Señor mío y Dios mío»
Este domingo tercero se le conoce como el domingo de los discípulos de Emaús.
Jesús nos sale al encuentro y, si le damos conversación, nos explica las Escrituras; si le invitamos, nos invita él y parte para nosotros el pan.
Nos envía, en primer lugar a nuestros hermanos como constructores de comunidad, como piedras vivas de la Iglesia; y, después, a todo el mundo, como testigos del Señor Resucitado.
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